viernes, 12 de noviembre de 2010

DIVAN II

Sentada frente a ella cierro los ojos. Me propone la infancia, ¿eres capaz?, me dice y afirmo sabiendo que en su mesa ha posado un paquete de kleenex, pienso, no los necesito. Y el juego comienza. Sus manos se apoyan en mis muslos y van golpeando suavemente con un ruido que asocio a inminencia, pero ¿qué es inminente en algo tan lejano?, seguimos jugando y las palabras van saliendo una a una, me refuerza con un "lo estás haciendo muy bien" y me relajo, me paso el resto de la terapia con los ojos cerrados atendiendo instrucciones que si pusiera yo solita en práctica sería incapaz de conseguir cerrar siquiera los ojos. Me siento cansada, pero a medida que jugamos, el cansancio mental disminuye para dejar paso a algo más amable. Sosiego, paz.
Serán setenta euros, comenta la recepcionista, pago y me voy.

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