jueves, 14 de octubre de 2010

UN HOMBRE AFORTUNADO

En 1967 john Berger y el fotógrafo jean Mohr acompañaron a john Sassall, un médico inglés que ejercía su profesión en una comunidad rural. La obra narra varias historias del trabajo de Sassall con sus pacientes, a la vez que revela pensamientos sobre su profesión y su vida para acercarnos gradualmente al hombre. Las fotografías de jean Mohr marcan rasgos indispensables de la historia y dialogan con un texto lleno de reflexiones del propio Berger y otras procedentes del mundo literario y filosófico: de Conrad a Gramsci, de Piaget a Sartre.

Ayer hice un parón en GO, que por cierto me está costando un poco, y saqué este libro UN HOMBRE AFORTUNADO de la Kultur Etxe de Leioa. Es un libro amable de leer, sencillo y complejo al mismo tiempo, la combinación entre los textos reflexivos de Sassall y las fotografías de jean, convierten el libro en una pequeña joya de la literatura contemporánea. El planteamiento como hombre universal en una comunidad rural poco desarrollada, posicionan a Berger en un eslabón que le enlaza con cada uno de sus pacientes y con todos ellos a la vez. Desde esa posición privilegiada, Berger se va planteando sus reflexiones hasta llegar a la pregunta estelar: ¿cuánto vale una vida humana?. Tengo que decir que la combinación texto y fotografías me ha dejado fascinada, eso unido al desenlace final lo convierten, para mí, en uno de los libros mejores que he leído este año.

La conclusión es rebatible y simple. Sassall practica la medicina. Y la practica de una manera que, tal vez, concuerda con mi descripción. Dado que apenas si hemos comenzado a fundar una sociedad en la que se pueda juzgar su contribución, dado que sólo podemos juzgarlo, en el mejor de los casos, basándonos en unos parámetros empíricos de utilidad, sólo puedo terminar citando sus propias palabras que encierran la lógica en la que se basa su trabajo y que, pese a su estoicismo, contienen la semilla de una visión amplia y positiva: "Siempre que algo me recuerda a la muerte- y eso me sucede todos los días -, pienso en la mía propia, y esto me hace trabajar aún más.
J.Berger, 1966.

EPÍLOGO
Cuando escribí las páginas precedentes- y pienso en particular en las últimas, donde se habla de la imposibilidad de resumir la vida y la obra de Sassall- no sabía que quince años después se suicidaría.
En una cultura como la nuestra, en la que priman la inmediatez y el hedonismo, se suele considerar que el suicidio es un comentario negativo. ¿Qué falló?, pregunta, ingenua. Pero el suicidio no constituye necesariamente una crítica de la vida a la que pone fin: puede que pertenezca al destino de esa vida. Ésta es la visión de la tragedia griega.
John, el hombre a quien tanto quise, se suicidó. Y, en efecto, su muerte ha cambiado la historia de su vida. La ha hecho más misteriosa. Pero no más oscura. No es menos luminosa ahora; simplemente, su misterio es más violento. Y este misterio hace que me sienta más humilde frente a él. Y frente a él, no intento encontrar lo que podría haber anticipado y no supe ver, como si de todo lo que intercambiamos se hubiera quedado fuera lo esencial. Más bien, ahora parto de su violenta muerte y, desde ella, miro atrás y contemplo con mayor ternura lo que se propuso hacer y lo que ofreció a los demás, mientras pudo aguantarlo.
J.Berger, 1999.

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