martes, 28 de febrero de 2012

VINCENT, llámame Vincent

 De todas las personas que integraron el movimiento impresionista, me ha tenido que tocar el más vulgar, bailar con el más feo. Esa es mi cruz. Esta mañana fui a la facultad de Bellas Artes a por un libreto de paletas de papel, cuando he llegado al aparcamiento estaba tan repleto que parecía que fuera a estallar. Entré en la tienda, compré y me dijeron que si venía de parte de Julio (el profe), dije que sí, me hicieron el descuento y me largué. Volví al aparcamiento y cuando salía para dejar un sitio libre y codiciado, allí estaba él, Julio, mi profe, esperando su oportunidad para aparcar en el sitio que yo dejaba. Qué curiosa coincidencia, pensaba en él y allí estaba, con un flamante coche blanco, gran turismo de calidad, su vida personal iba pegada a él como su sombra, enigmática, secreta, profesional, muy profesional, claro que sí, qué bien.
También había un coche de la Ertzaintza, en ellos no pensé pero ahí estaban, detrás del vehículo de Julio, escoltándole metafóricamente hablando. Julio está dentro de mi mundo en expansión, Julio forma parte de mi expansión dinámica, seguramente habrá algún doble de Julio por ahí con otra profesión, quizá músico o actor, qué sé yo. No me tomen en serio, esto es terapia de blog, una dinámica por la que opté hace un tiempo, ésta y la Clínica, algo más concisa y reparadora. Soy una mamá excelente porque tengo un hijo excelente, su papá también es excelente a su manera, que no digo yo que no, cada uno a nuestra manera somos excelentes, nos darán el Certification de Excelencia, por padres comprensivos y asertivos, empáticos, reparadores también. Nuestros hijos son fruto del turismo elevado, de alta calidad, un turismo necesario para el buen funcionamiento del país. No como los padres, pobres ignorantes sin instrucción, sin el tan temido inglés, expansivo y dinámico también.

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