Estas grandes escritoras, y digo grandes porque ambas tienen en común algunas virtudes: su impecable trayectoria académica y los dos grandes temas del XX: el vacío existencial y la muerte de la naturaleza por el hombre. Mi corazón no chilla desconsolado. Ni se ha inmutado. No ha entrado por él una sóla dósis de emoción, si es que las emociones son corazón y no cabeza, y justamente por ello. Son tan teóricas, tan dogmáticas, que son incapaces de la menor frescura. Eso dota, o mejor eso carece de gusto por lo que lees. Rizar el rizo. Encontrarte que quieres seguir leyendo y no poder con ello, pero insistes porque se lo debes, o eso crees y sigues. Esto acaba por matarte y cierras a Marian Womack en la página 121 de 125. Absurdo - cabría pensar. No tanto. Lo que tiene leer de vez en cuando es que te vuelves exigente, no en el sentido del nivel intelectual, que también, sino en un sentido más global y conceptual. En ese sentido creo haber leído poetas y escritoras de un nivel, talento, estética y frescura más que elevadas. Quizá la juventud tiene mucho que ver, o no, o la mirada contemporánea o ambas cosas. De Rosa Romojaro decir que leí el poemario completo pero sólo al final empecé ha interesarme realmente por el contenido. Las ediciones de ambas muy normalitas: nada sobresaliente. De Marian Womack, había leído la adaptación de un cuento ruso de Chèjov o alguno de éstos y me pareció también muy normalita, ya digo, cada cual tiene su sentido de la estética, de la lectura, del talento. Creo, y siempre lo he creído, que cuantos más dogmas y normas establece en su estilo de escritura, tanta más frescura pierde hasta permitir que el aburrimiento cimente la novela o el poema o lo que sea.
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