Estábamos en mitad de la ducha. Oía el automatismo de tu mano apretando con furia el grifo. Al estar en duchas paralelas el agua de la mía se iba enfriando.
Proferí un quejido. Te intimidé con tu falta de respeto al medio ambiente. Qué derroche de recursos.
Con mi razón acuestas había especulado el veredicto.
Te excusaste argumentando que el chorro caliente alivia la tensión de cuello y espalda.
Al día siguiente me saludaste seca y con reparos.
El día después yo también empecé a aliviar la tensión de mi cuello y espalda.
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